Cuando acuda a ti,
infórmame.
La información es la clave,
y no debo encontrarla fuera,
tú eres la profesional que me prepara para el parto.
Tú que serás mi amiga,
no me enseñes a respirar y empujar.
Enséñame a ser yo,
a conectar con mi instinto,
a dejarme llevar por los impulsos de mi cuerpo.
Cuando acuda a ti,
no me prepares para aguantar, para callar, para soportar.
Prepárame para elegir,
para la libertad,
por encima de mis miedos y limitaciones.
Tú que serás mi madre,
no me prepares para contar minutos ni horas,
ni centímetros de dilatación.
Prepárame para escuchar mi cuerpo,
para reconocer cada paso, para hablar con mi bebé.
Cuando acuda a ti,
no me prepares para confiar en el poder de la medicina.
Enséñame a confiar en mi propio poder,
en mi fuerza inigualable de mujer,
en la capacidad de mi cuerpo para encontrar el alivio.
Tú que serás mi apoyo,
no me prepares para aceptar mi propia mutilación.
Enséñame a respetar
el tiempo que mi bebé necesita para nacer,
el tiempo que mi vagina necesita para acompañarle en ese camino.
Cuando acuda a ti,
no me prepares para delegar en ti,
porque entonces,
tú serás la responsable de lo que pase.
Prepárame para tomar las riendas, para decidir,
dame el poder y, con él,
la responsabilidad de mi parto.
Tú que alumbras a quien alumbra,
dime que en mí están la fuerza y el poder
necesarios para dar la vida.
Dime que estarás ahí,
por si te necesito,
pero que no te necesito.
Cuando acuda a ti,
sé mi amiga, mi madre, mi apoyo, mi luz.
Sé quien preserve el milagro del nacimiento
de cualquier intervención innecesaria.
Sé mi matrona.
Publicado por Ana Calso Fernández en su blog “A través de la infancia”
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