Cuando tenía doce años, mi hermana mayor me regaló el libro “¿Qué
me está pasando?” de Peter Mayle, sobre los cambios físicos y hormonales que se
producen en la adolescencia en chicos y chicas. Por supuesto, el libro
utilizaba un lenguaje adaptado a preadolescentes. Pero hacía comprender que las
hormonas son diferentes en hombres y en mujeres, que tienen funciones
diferentes y efectos diferentes.
También decía que alrededor de los 18 años, el adolescente
varón ya ha adquirido el cuerpo de un adulto y lo normal, es que ya haya
alcanzado la madurez suficiente como para superar la igualdad “mujer=sexo” que
predomina en el chico adolescente, para aspirar a tener pareja estable.
La sociedad occidental, dominada por hombres al igual que
muchas otras sociedades, ha hecho creer a las adolescentes que la igualdad
entre hombres y mujeres existe. Y las chicas lo han creído y han dejado de
luchar por su propia igualdad.
Para los padres, resulta difícil hacer comprender a una
adolescente en plena rebeldía, que eso de la igualdad falta mucho para que
llegue, porque las hormonas de los hombres no están evolucionando. Por lo que
hay que continuar luchando por ella. Toda nuestra vida.
Vivimos en una sociedad terriblemente sexista. Los medios de
comunicación, quienes crean opinión, están al servicio del dinero. No hablan de
lo importante, ni de lo necesario, ni de lo justo,… Hablan de quien les paga.
Ahí están los
programas de moda haciendo publicidad de los diseñadores con esqueléticas
mujeres semidesnudas encima de la pasarela. Esto merece incluso minutos en los
telediarios, diciéndonos lo que llevaremos en próximas temporadas. Vamos que
llevaremos poquita ropa.
Televisión Española emitió en “Documentos TV” el interesante
reportaje “Mis escaparate” sobre el tratamiento sexista que los medios de
comunicación y la publicidad dan a las mujeres , pero a una hora en la que lo
normal, para quien tiene un horario “normal” de trabajo, es estar durmiendo. Al
menos, está en su página web, donde lo vi.
¿Para qué queremos tanta cadena de televisión, y tanta
prensa, si lo que necesitamos saber, hemos de buscarlo en Internet?
Ahora, con los sanfermines, TVE, la televisión pública que
pagamos entre todos, conectaba mucho antes de que empezara el encierro y
rellenaban el tiempo con cosas insignificantes que no justifican tantos minutos
de conexión en directo. Después repetían el encierro hasta el aburrimiento a lo
largo del día. Como si de un anuncio publicitario se tratara.
Sin embargo, apenas dedicó unos breves minutos de tiempo al
acoso sexual sufrido por las mujeres en esas mismas fiestas. Y esto después de
que circularan repulsivas imágenes de denuncia por Internet. Para colmo, las
entrevistas que incluía el breve reportaje, eran de chicas a las que les
parecía lo más normal del mundo “con tanta gente y tanta juerga” que se tocaran
culos y tetas por doquier.
Uno de los denunciantes de Internet decía que lo que la
administración hace para evitarlo es a todas luces insuficiente. Claro. Si se
tienen que prescindir de todos los que van buscando el desmadre, alguien se
quedaría sin el negocio de masa y borrachera.
Un grupo de hombres borrachos, con su repugnante olor, se
convierte en una jauría de animales, más peligrosa cuanto más numerosa, y
transforma en su objeto sexual particular a toda aquella que tenga a mano,
borracha o no.
Una mujer borracha pierde, a los ojos de según qué hombres,
su cualidad de persona y pasa a ser un objeto del valor de una muñeca hinchable
de carne y hueso. La igualdad se queda en papel mojado cuando hay sexo a la
vista.
La generalización de este tipo de fiestas (multitud y
alcohol a gogó), unido a la creencia de las chicas de que son iguales, y, por
tanto, pueden hacer lo mismo que ellos, sin pararse a pensar si lo que ellos
hacen está bien o no, ha hecho que los adolescentes tengan sexo rápidamente,
sin necesidad de dedicar tiempo a la seducción. Esto hace que no tengan el
deseo de madurar: tienen sus cuerpos sin necesidad de saber que hay en sus
mentes. ¿Para qué asumir la responsabilidad de tener una pareja estable?
Estas parejas que se forman basadas en el sexo apenas duran
unas semanas, o incluso días. Eso sin hablar del rollo esporádico de unas
horas.
Hace falta mucho más que sexo para desear compartir la vida
con una persona. Confesaba un amigo, cuarentón y soltero, que lo que quieren
los hombres es follar. Una vez lo tienen, esa misma persona ya no les interesa.
Se convierten en eternos adolescentes.
Decía el reportaje “Mis escaparate” que el sexismo en televisión, y en otros
medios como el cine, está en todo, desde las noticias hasta los dibujos
animados. Azafatas decorando con poca más ropa que un bikini, la publicidad,… Y
además, los señores de la moda vendiendo ropa minúscula para adolescentes.
No conozco a ningún padre que se prive de mirar a la hija de
otro si va en bikini por la calle.
Una moda ésta, creada por los hombres para su propio goce y
disfrute.
Es incongruente que para los eventos veraniegos, la
elegancia de los hombres esté marcada
por camisa de manga larga, chaqueta y corbata, y, sin embargo, para las
mujeres lo elegante sea ir con tirantes. Si se realiza en un recinto cerrado,
el aire acondicionado se enciende al máximo, porque los hombres están asados. Y
las mujeres pasando frío. ¿A quién se le ocurrió semejante gilipollez?
Ser valorada por lo que eres y no por lo que exhibes, supone
un esfuerzo abismal. Y sin embargo, si no te esfuerzas, si sólo te exhibes, no
eres apreciada. Sólo eres un objeto al que los hombres desean poseer.
Cuando estudiaba en la Universidad, había dos chicos que
competían en ligues. Llevaban la cuenta. Para lo cual, la manera de vestir de
las chicas era fundamental para no errar el tiro y perder tiempo respecto al
competidor, al tener que dedicarle más tiempo a una chica para conseguir
acostarse con ella.
No son las universitarias quienes han de preocuparnos, sino
las niñas de la ESO de 12, 13, 14 años. A
esta edad están formándose como personas. Los padres pierden influencia. Les influye
más la televisión y la publicidad que los padres. Su manera de vestir está
influenciada por la televisión, el cine y la publicidad, todo ello controlado
por hombres.
Su deseo de ser mayores antes de hora, el hacer las mismas
cosas que los chicos, las borracheras,…
pueden colocarlas en situaciones que las marcarán de por vida.
Existen muchos tópicos sobre el poder de las mujeres. No son
ciertos. La mayoría de nosotras apenas manda en su cocina. Nuestro único poder
es el de decidir que compramos y para que realmente sea una decisión nuestra,
hay que tomarse la molestia de informarse objetivamente, puesto que la
información que se difunde en televisión es interesada.
En África, las madres hacen barbaridades con los pechos de
sus hijas para protegerlas de las violaciones.
Nosotras, habitantes del primer mundo, si tenemos armas que
hemos de usar. Las leyes no lo permiten. Nos permiten protestar. Podemos decidir
lo que compramos. Podemos apagar el televisor,…
Por el bien de nuestras hijas, lo mejor que podemos hacer es
enseñarles que si no luchan por su propia igualdad, no la tendrán. Y hay que enseñárselo
desde pequeñitas. Cuando lleguen a la adolescencia será tarde.
Supongo que la mejor forma, es que vean que nosotras
seguimos luchando por la nuestra. Es una pelea que sólo acaba con la muerte. Como
decía el reportaje “Miss escaparate”, llega una edad en la que las mujeres nos
volvemos invisibles. Algo que se aprecia especialmente en el cine de consumo:
cuando las mujeres ya no ponen cachondo a ninguno, desaparecen. Sin embargo,
los actores siguen siendo protagonistas por mayores que sean. Incluso interpretando
personajes mucho más jóvenes que ellos. A ellos los retira la incapacidad, no
los hombres.
Hace miles de años que el poder es de los hombres y no
tienen ninguna intención de soltarlo.
Autora: Tere
Autora: Tere