El articulo del Dr. Enrique Lebrero publicado en la ultima revista Guia-Me
En los años 1970, con la aparición de la píldora anticonceptiva, se desarrolló la "revolución sexual", es decir, un nuevo orden de relación íntima con las personas, al margen de la reproducción.
Pero la pulsión sexual del coito muestra la inseparable relación entre sexualidad y reproducción. Toda conducta sexual entre los seres vivos, por elaborada que sea, se dirige a mejorar la función reproductora.
Y el ser humano, en su evolución, por ahora no ha escapado a esta regla; pues sólo con el conocimiento consciente puede trascender y separar este binomio sexo-reproducción. Sin embargo, incluso en nuestra cultura postmoderna, el coito es el centro, el acto sexo-reproductor por excelencia.
Actualmente vivimos una mentira colectiva: "Sexualidad no tiene que ver con reproducción. Por eso, los anticonceptivos -sobre todo entre los jóvenes- dejan de tener importancia. Mientras, se sigue practicando el único acto puramente reproductor: el coito. Producto de esta contradicción es el embarazo no deseado, y frecuentemente el aborto.
Los métodos de anticoncepción hormonal, como la píldora que hace 50 años fue una revolución, actualmente en nuestro primer mundo, son métodos a consumir con cautela, pues la agresión biológica que producen con sus modificaciones fisiológicas crónicas, no compensan a medio plazo el objetivo que se busca. Los cambios hormonales que producen acaban siendo poco rentables, incluso para su objetivo principal, pues producen cierta alteración del sistema nervioso, disminución de la libido y sequedad vaginal. La anticoncepción hormonal es un claro ejemplo de la medicalización de la vida cotidiana, incluso en algo tan íntimo y personal como son las relaciones sexuales.
Un ejemplo del futuro de la anticoncepción en nuestro entorno social, es decir en el mundo desarrollado, pasa por los siguientes criterios:
El autoconocimiento del ciclo fértil de la mujer.
2. Los métodos de predicción de la ovulación-periodo fértil.
3. Los anticonceptivos de barrera (mecánicos o químicos). Donde el preservativo es el paradigma:- Evita las infecciones sexo-genitales (esterilidad, SIDA, cáncer de cuello uterino, etc.).- Evita la más frecuente enfermedad sexual: el embarazo no deseado.- No hace daño (salvo las reacciones alérgicas).- Es autónomo (no dependiente de la medicina).- Su eficacia es muy alta, con el control del ciclo fértil y su buen uso.- Responsabiliza al hombre (democratizando el control de la fertilidad).
En este apartado habría que recuperar el diafragma femenino. Inocuo y eficaz como el preservativo y que promueve la autonomía femenina. Mucho más barato que el condón. No evita las enfermedades de transmisión. Difícil de encontrar en nuestro país.
4. La anticoncepción postcoital para los casos de fallo/ no uso de los métodos anteriores.
Personas muy diversas, con relaciones afectivas de todo tipo, con frecuencia sexual muy distinta y con información, salud y valores culturales muy diferentes, hacen ver que los métodos anticonceptivos deben adaptarse a estas circunstancias. Por eso, el mejor anticonceptivo para una persona sería el que más responsabiliza a esa persona y menos daño le hace.
Diferentes anticonceptivos para diferentes etapas de la vida sexual.